domingo, 21 de noviembre de 2010


Las calles se empapan y se hinchan de porosas ideas que se escurren de entre las nubes.  Los ojos de muchos chorrean en recuerdo de otros tiempos. Con las ventanas cerradas  y los harapos más calientes, me siento en el diván. Observando con atención cómo golpean el cristal esas pequeñas que escapaban del universo para caer ante mis ojos. Mirando el cristal empañado noto un desliz entre la perfección de las gotas.  Una gota más dura que las demás, una sobresaliente que se abre camino entra las otras más blandas y suavecitas. Con un destello en particular que al chocar contra el cristal se escucha un sonido uniforme a diferencia de las demás. Y se abalanza contra el piso sosteniéndose del cristal, para al final reunirse en la alberca de sus hermanas que se amontonan en el riel de la ventana. Al quedarme idiotizada viendo esto me doy cuenta de una cosa, un detalle insignificante. El estar sentada ahí saboreando el espectáculo que se aparecía en mi ventana, me hizo notar la insignificancia de mi diminuta vida. Yo podría ser una gota que se dirige al fin de su pequeña y redonda existencia. Algún día me estrellare contra la realidad de otro ente. Y probablemente divago, divago y divago en el rincón de mis pensamientos, pero no hay duda que todos sentimos ése vértigo de ir en bajada, a toda velocidad con otras pequeñas a tu alrededor jugando quien llegará más rápido al fin. Con gotas diminutas y saladas que brotan de tus ojos  para enjugar tus mejillas en un sabor melancólico. Con esa concepción en la cabeza revoloteando por ahí, brincando en tus sienes y abriéndose camino por tu boca, dejando lugar a  un sollozo largo y  frío. Una aflicción apretándote las costillas hasta romperlas y juras sentir como el corazón se detiene por un momento de ésta angustia que te atormenta. A sabiendas de tu ingrata existencia te levantas y te diriges a fumarte un cigarrillo. Lo saboreas, lo consumes hasta que no queda más que el filtro. Das vueltas y vueltas, por tu pequeña vivienda, pero sabes que no hay un no por respuesta a tu concepto. Gotitas, gotitas, somos más que gotitas.