lunes, 4 de abril de 2011


Hay una piel pálida, un cabello necio y oscuro, una piel ligeramente resistente y una sed de conocimiento. En pocas palabras es  un cuerpo joven, un cuerpo que lleva menos de dos décadas. Una pérdida joven, con un hambre insaciable por conocer. Como si en su otra vida hubiera sido un sabio, un escritor, un escultor, un sofista quizás. Y en esta vida tuviera que recuperar toda la información, todo el saber que perdió en la transición de vida.
Sofía, se llama, como sabiduría. Es una jovencita malhumorada, como una anciana cascarrabias. Con poca paciencia, cansada de las personas, más de las mujeres y los hombres ni se mencionan. Una joven que finge ser una mujer  mayor, sabia y enferma. Como si la enfermedad que finge pudiera cobrar vida y consumirla por completo. Eso es lo que ella quisiera, ser consumida, si quiera por una enfermedad. Porque ella sabe que en esta vida no tiene nada que esperar más que absorber la sabiduría que perdió. La fe no la conoce, la comodidad mucho menos y cuando mencionan ese extraño fenómeno que muchos le dicen amor, ella contesta; ‘je ne sais pas’.
A Sofía le gustan muchas cosas, costumbres y pensamientos. A Sofía le gusta embriagarse, drogarse y enfermarse, como para poder sentir que muere. Como si fuera el único placer que pudiera sentir en esta vida, ni el sexo le provoca placer. Los cigarrillos que se fuma cada vez que inhala para vivir, no le provocan placer. Solo  fuma para sacar un poco de vida en cada exhalar. A ella solo le gusta el vicio, el placer y la muerte.
Ella esta poseída, poseída por un alma vieja.