Puedo escuchar el chirrido del gas escapándose, el prúsico liquido chorreando por mis oídos y abriéndose camino en el descomunal cuento de esta ciudad. El aroma sublime de los fugitivos mechones que envolvían tu rostro, me indujo a este sueño artificial. Ya no recuerdo el momento en que me adentre a este barato intento de fantasía; a este burdo concepto de realidad y torcida utopía.
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