viernes, 11 de diciembre de 2009

Por el amanecer


¿Sabes cuánto me haces falta?
Hace más de 4 meses que no estás a mi lado, que no reímos, que no divagamos en la inmensidad de nuestras cabecitas.
El primer día de una eternidad fué cuando te dije, "¡Qué te vaya bien amigo! que tus piecesillos te guien a lugares seguros".
Y volaste a una tierra fría y extraña para el sazón de nuestros platillos.
¿Te acuerdas de esa noche?
Cuando dimos vueltas por la ciudad gritando y cantando de felicidad, porque era feliz tener un amigo tan legítimo. Nos tirabamos el cafesito de las cuatro, nos engarrotabamos de frío en mi auto, nos levantabamos temprano con la resaca más horrible que la anterior, con la noche acariciandonos el cabello lleno de olores familiares. Y las manchas te esperan, esperan a que regreses para rellenarlas, la alfombra de mi cuarto espera la ceniza de tus torpes cigarillos, mi auto la entonación de tu voz desacorde, los bares nuestras risotadas, y el amanecer nuestras pláticas.
Y si ellos no, yo sí con todo mi ser, con toda mi alma te añoro y te necesito cerca. Para que me cuides y me digas que me amas, que eres mi amigo y sentirte levantarme cuando caigo. Cuando lloraba por ellos, y tu decías que tampoco los comprendias. Pero las luciernagas ya no vuelan, ya no cantan ni bailan, los grillos no hacen sus famosos conciertos, la música no suena igual, el café sabe dulce, la cajeta agria, los jugos de jumex ya no existen, el amanecer ya no se menciona, el atardecer se avergüenza, mis manos tiemblan y mis ojos se humedecen y a lo que llamaba alma, bueno eso es otra historia.
Cómo el collarsito de piedrecillas que te llevaste, te llevaste mi sonrisa y el sonido de ella, el olor del pasto, nuestra mascota del parque, las chacharas del auto, las melodías cursis y populares, las maletas, tu cabello, tu nariz de botón, el agua y la tierra, y todo lo que lleva dentro.
Porque te marco en el calendario, porque te veo en nuestras memorias añejadas, porque te siento en una mueca, porque te saboreo en el licor, porque me abrazas cuando lloro y porque regresas un buen día de estos.
Regresaras, todo será igual que antes y apilaremos más dulces memorias.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Acido



Con el sonido de la guitarra y suaves murmullos que ocasionaban la dulce noche. Me mecía por el pasillo, descifrando esa figura oscura al final de éste. El bajo que ayudaban a que mis pasos fueran concretos y rítmicos, sintiendo mi corazón palpitando cada vez más fuerte. Mis piernas flaqueaban cada vez más, mientras más cerca estaba de esa figura oscura sentía como el liquido tibio bajaba. Recorría mis labios con mi lengua, saboreando antiguos encuentros, tratando de prepararme para lo que me acontecía en esos momentos. Transpiraba, se sentía un aire lleno de electricidad, que circulaba entre nuestros cuerpos y el pasillo.
Acariciaba las paredes a medida que iba caminando, escuchaba mis pasos y mi corazón al mismo ritmo. Suaves voces envolvían mi cuerpo, lo domaban para seguir caminando. La luz tenue me arrullaba y me dirigía a casa. Al fin llegué donde la figura me esperaba después de tanto cortejo, intenté ver sus ojos llenos de lujuria. Me desvestía, con los ojos y las manos. Me arrancaba el pudor y succionaba mis pensamientos. Ya no era más que un manojo de instintos. Me senté viéndolo de frente, sin quitar mis ojos de los suyos. Unos ojos iracundos estallando en deseo y desesperación.
Enterraba mis uñas en sus hombros, limpiándolos, lamiéndolos así seguí. Escuchaba su respiración cada vez más fuerte y con menos pausas. Mi respiración no la escuchaba, solo escuchaba un fuerte martilleo de pulsadas en mi cuerpo. Mis caderas vibraban y se mecían. Sentía una extraña sensación de estar en casa, al fin. Viendo hacia el techo nos ví, a nosotros ahí en ese loveseat. Amándonos y deseándonos cada vez mas. Y nos desee aun más, mientras más nos observaba. Adoraba la idea de seguir con esta sabrosa rutina. Pero sentí flagelaciones de fuego, que me despertaron de esa visión. Y nos encontré a nosotros en ese loveseat, sintiendo como nuestros cuerpos vibraban y se contorsionaban para cada vez sentir más. Y sentí ese dolor urbano, grato y exquisito. Quise más y más, pude sentirme intocable y deliciosa.
Terminamos ahí mismo, con las vibraciones y las ondas de energía cada vez más leves. Con el prúsico del momento absorbiendo mi cuerpo. Fotografiando mi cuerpo ileso después de tanta violencia. Ronroneando y frotándome contra su cuerpo. Mordiendo mis labios para aguantar una vez más.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Heureux, heureux à mourir


-Hola, buenas noches.
Una vez más me encuentro aquí, en la penumbra de mi casa, pensando y dialogando. ¿Es una fijación, todo esto? O es sólo mi afán de estar loca, loca de atar. Porqué esta es la última vez qué me encuentro a mí misma dialogando con mi cordura, riendo, llorando y saboreando. Saboreando esos dulces momentos que fingí ser tuya. Riendo de lo poco congruente que son nuestros actos, con respecto a lo que ya habíamos acordado. Llorando, como siempre, una debilucha y llorona cómo siempre fui.
Y entonces aquí me encuentro, meciéndome hacia enfrente, hacia atrás y hacia los lados. Palpando el piso, para estar segura de estar en contacto de la realidad y no perder por completo el hilo de mis pensamientos. Gimiendo y llorando por la demencia qué me abruma, que me eriza y me consume. Pero, es delicioso, hasta cierto punto qué puedo palpar mundos ajenos y paralelos a éste, por el hecho de estar demente. Por poder salir y dialogar con la luna, los astros y entes ajenos. Lunática, Demente, enamorada tal vez, pero siempre la misma debilucha. Sollozando, en el mismo piso sucio y frio.
Escucho el golpeteo, algunas voces por ahí afueran, pero son realmente lejanas. Alguno que otro grito y tal vez una súplica, pero nada ya me importa. La exquisitez de mi selección para éste último acto, última escena de esta pueril fantasía, la considero sublime. Una que pastillita, uno que otro trago, un poco de nausea, pero esto no es nada para el final deseado. Si, tal vez ahora si veo las luces difusas y no controle mi sensomotriz, pero me considero feliz. Feliz y regocijada en estos ricos últimos minutos.
1, 1, 2, 3, 3, 3…

lunes, 2 de noviembre de 2009

Buenas Noches, esta es Carolina hablando.


Esta noche seré una nueva.
Hoy me dijeron algo triste, que me escondo. ¿A qué me refiero con esto? Qué finjo, que no soy yo. Una persona mayor me dijo, "Escribes prosa, poesía para esconderte". Qué chistoso, ya quisiera llamarlo poesía, esto es barato y corriente, como el Tonayan. Esto es sólo lo que sale de mi corazón, lo que mi mente y cuerpo me dejan escribir. Así que hablaré de ésta manera, sólo por hoy.
Hoy sentí la rabia, la rabia que se apoderaba de mi cabeza, de mi cuerpo. No me reconocí, porque sentía como podía haberle arrancado la cabeza a mordiscos a mi propio hermano, que gritándole pendejadas y desollándolo en mi mente pensé que terminaría con mi inmundicia. Es horrible este sentimiento, es lo menos recomendable para quien sea. Es un estado de ser tan despreciable, que no puedo creer que lo haya sentido de mi propia sangre. Juro que perdí el control de mi misma por un momento, sentía como tenía que estar pensando que debía respirar, palpitar, circular para no morir. Porque la ira me dominaba sentía que iba a estallar de coraje, como un volcán que avisa antes de explotar. Y entonces pienso, <<¿qué chingados me pasa?>> porque sentir esto no es normal, no siento que esté en contacto con la realidad. Siento que puedo explotar en cualquier momento y apuñalar a quien sea. Es una incertidumbre que abruma y consume.
A pesar de toda esta incertidumbre, es grato saber lo que siento, que no voy resbalándome por la vida sin saber porque o que es lo que siento de rato en rato. Bueno, en verdad no sé bien qué es lo que me pasa, que es lo que mi mente acontece o planea para mí. Qué yo, mi mente y mi alma son tres entidades complemente separadas, que tienes que hacer cita para consultar cada una, no para una sola. Esto de vivir es tan complicado. Es tan complejo y extenuante. ¿Por qué no regresamos a ser mini partículas en el espacio flotando y gozando de nuestra simpleza?
Porque un buen día mi querida y difunta madre me dijo alguna vez:
-Hija.
-¿Si, ma?
-En la vida te gritaras pendeja muchas veces, pero no importa cuántas veces te hagas sentir mal a ti misma, lo eres.
-¿Qué?
-Si, mira todos en la vida creemos que venimos para ser grandes y felices. Que siempre vendrá un príncipe azul y nos rescatará de nuestra vida de miseria. Así no es, ni tu ni nadie lo hará. En la vida todos somos pendejos, nadie es más grande que Dios, y no somos grandes ni somos a su semejanza. Sólo quiero que seas feliz, como todos los pendejos de este mundo. Yo te amo, y el día que no esté yo para ti te ruego que mantengas tus piececitos en la tierra. ¿Okay?
-Okay.
Entonces pensé << ¿Y si no creo en Dios?>>

sábado, 31 de octubre de 2009

Recordar [Re-cordis]


Nuevas fantasías y nuevos logros para nuestras almas desnudas. Eres como todos, pero siempre con ademanes tan ricos y sutiles. Y nos recostamos en el borde de la mesa, nos contemplamos, nos contamos los lunares. “Aquí estoy”, me dices. “Yo también” te susurro. Y lo estamos. Siempre lo estuvimos. Nos quisimos alejar, las personas nos separaron y después de tanto correr en direcciones opuestas, aquí estamos otra vez. Y nos acostamos en el mismo sillón, en el mismo loveseat. Y me envuelves con tus manos, con tu cordura y tus dulces manchas en los dedos. Me aprietas y me dices, “No te irás otra vez”. “No lo haré” dije. Porque después de tantas vueltas y tantas caras, no nos dimos el tiempo. Charlábamos, reíamos, corríamos, tomábamos, fumábamos y no nos disfrutábamos. Nos comíamos a miradas pero nunca nos atrevimos. Y bien sabes cuánto ambos lo deseábamos. Y con la misma luz tenue, con la misma canción cursi de los Beatles. Me dijiste “Hace cuánto tiempo…”, si hace mucho tiempo de la misma escena, de las mismas cursilerías y burdos intentos de romance. Te di todo, te liberé de tus males, te entregué mis manos vírgenes y saboreaste la inocencia entre tus dientes. Me dejaste estupefacta y estéril en ese mismo frívolo y rosado loveseat. Hipnotizada con tu varonil forma de caminar. Babeando y deseándote cada vez más. Y ahora que qué me sueñas y me piensas. Y no haces más que destajarte en vela por las noches, pensando “Lo haré, lo haré mañana la amaré otra vez.” Volveré a ti, te poseeré cómo un demonio iracundo. Saciaré mis penas y desgracias hasta dejarte jadeando. Escupiré en tu ID, para lamer las exquisitas delicias de la satisfacción. Y al verte inmóvil en ése mismo y manchado loveseat, estupefacto y poseyendo lo que yo dejé ahí en el pasado. Por fin caminaré hacía el otro lado, me arrastraré hasta la puerta de caoba y abriré todos los cerrojos que echaste para que nadie entrara. Bajaré las escaleras, encenderé mi sucio y ruidoso Oldsmobile, y los Beatles limpiarán mi alma. Y aunque sin piernas vaya, ni ojos, ni cabello, ni manos, seguiré. Y aunque tu llanto atropelle mis piernas en el camino, y mis manos, cuerpo y ropa, no miraré el retrovisor.

jueves, 29 de octubre de 2009

Aun en nuestro cuarto, somos extrañas


¿Y si te digo que te amo? Que te extraño y que te daño. Que no haces más que divagar en mi consciente y atormentar mi inconsciente. Que lo raro de lo malo qué me haces, es que aún así lo haces. Que te deseo y aún así no lo expreso. Que te he visto y lo admito. Que eres familiar, pero realmente indiferente. Que me provocas, para ver lo que evocas. Que dices que soy frágil, para lamerme las heridas. Que dices que soy fuerte, por lo que hago con tu suerte.
¿Y si te digo que te veo? Que te deseo y te anhelo. Que aún no te mando a educar. Que las libélulas que te dibuje, aún las tengo sobre mí. Que te amo a ti aunque Julieta, aun me añora. Y pobre Julieta, que se lamenta por las noches. Que ella sola se la me las heridas. Que solloza y guarda el semen que esboza. Que sus piernas me anhelan y no soporta que las huelan. Y que a mí en realidad no me importa.
¿Me ves? ¿A través de todas las manos que nos separan?

Luceat Lux Vestra


Me desvelo. Paso la noche en vela. Rimando, acariciando, lamiendo las heridas. Cuando las horas de la noche se encuentran con las de la mañana, y las criaturas de la noche se esconden para darles lugar a las hormiguitas trabajadoras. A esa hora es, cuando deberías buscarme. Búscame, aunque sea sólo por boca. Haríamos espumosas fantasías. Levantaríamos las ideas polvoreadas de inocencia. Renaceríamos.
¿Cuántas veces podemos explotar? ¿Cuántas veces aguantarías volver a hacer todo?
Y aunque toques mi piel, me levantes por las noches y si te tienes que saciar, que sea de mí. No te desaparezcas, no te eleves, no te desvanezcas con el murmullo de la noche. Quiero que te quedes, que te quedes para calentarme por el día, y juguetear toda la noche. Levantémonos para liberar la juventud.

jueves, 1 de octubre de 2009

Francisco.


Dulce es, deslizarme entre los murmullos de la ciudad que hacen caricias violentas en tus caderas.
Saborear la sabiduría que se escurre de las comisuras de tu boca, aspirar esta pseudo-liberación. Oler el humo a inocencia en tu enmarañado cabello. Lamer las ideas de una disparatada fantasía rupestre.
Entre los edificios, sobre las sabanas, con o sin zapatos. Ahí estuviste, febril y energética. Explotaste entre mis dedos, te elevé entre aires de grandeza, sacudimos nuestras ganas de vivir. Solo queríamos coexistir entre nuestros abrazos.
Tus labios, de dulces y tenues pasaron de tono en tono hasta quedar amargos y rojos. Tu gélida piel, ahora emanabas vapores de vicio y avaricia. Con el tono exacto, toqué las cuerdas adecuadas, liberé todos los seres que vivían dentro de ti, salieron refunfuñones, dándole a lugar a un suspiro fuerte, agudo y largo. Toqué esa canción que te gusta, esa dulce melodía que hace la piel se te erice. Sobre tus rodillas acampé, tus rodillas escalé para por fin saborear el dulce sabor de la victoria.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Quiero saborear la colonia de alguien que no hable

Hola, de nuevo. A ti, que no te siento desde hace ya tiempo.
Me he perdido, lo sé. No he escrito nada para ti, también lo sé. Uno u otro soneto que te había escrito se me escaparon, me enteré. Te pido mi más humilde disculpa por no tenerte al tanto, de cuando te borré.

domingo, 23 de agosto de 2009

Quiero revivir.


Me encantaría vivir en una nube de frivolidad. Intoxicarme de lo estúpido y banal, por lo que todos mueren. No quiero preocuparme de lo difícil de la vida, de lo complicado y de lo enmarañado que es todo esto. Estoy enferma de realidad. Quiero vivir en un mundo falso y utópico. Quiero preocuparme por las trivialidades de los seres humanos, comunes y corrientes. Saborear lo que es levantarte para pensar, que te pondrás esa mañana.
Siempre me he auto protegido, he sido egoísta con el mundo, me he resguardado de vivir plenamente. Nunca he puesto ambos pies en el aire, siempre he estado al pendiente y deambulando de aquí para allá. Nunca amé completamente ni muchos menos me entregué. Y por protegerme con tanto ímpetu, me perdí en mi cabecilla. Me he perdido y no creo poder regresar. Porque todas estas vocecitas me aprisionan y me convencen a quedarme.
Y yo sé que aunque me pierda y de millones de vueltas, regresaré al mismo punto de partida; mi cabeza. Claro está, terminé sin amigos, aliados, mojigatos, peleles, criados, amados, siervos o incluso madre. Pero es una realidad alterna que me es adictiva, como la cafeína, el alcohol o el tabaco. Incluso peor, ya que en ésta me protejo, me enseño, me intento amar, me auto plazco, me rimo, me lustro, me crío y me asusto. Ninguna, ni nadie, ni todos me da todo eso.
Y esas vocecillas me martillean mi cabecilla, me exaspero. Pero aunque este tirada en la calle, con las gotitas de la lluvia cayendo en mi frente, con la muchedumbre pasando a mi alrededor como hormiguitas, no me notan. Me caen gotitas en los labios, saco mi lengua para saborear el néctar de la vida que se precipita por las nubes, y es puro. Tirada ahí en el medio de la calle, no me notarán, no me amarán, no se preocuparán por si estoy muerta o no. Pero yo tengo estos momentos conmigo, esos dulces segundos que sé que disfruto lo que los demás ni se detienen a ver. Porque hasta cierto punto, me encanta. Me encanta saborear en la cara de los demás los pequeños placeres que nos da la vida. Y eso significa que cuando yo tenga lo que los demás dan por un hecho que deben tener, moriré en éxtasis. Regocijada en júbilo. Feliz.

domingo, 16 de agosto de 2009

[Veni Vidi Vici] ¿En verdad?



Pocas veces son las que volteo y reconozco lo que veo. Las que no tengo miedo que la vida me devore viva. Más son los momentos que me estoy tropezando y voy directa a una pared de concreto. Y entonces veo las huellas en el polvo que voy dejando y pienso, en lo que veo ahora cuando me veo en un espejo. ¿Acaso me reconozco?
Un buen día de mi juventud me paré en medio de todos. Me hice camino entre todos, a patadas, arañazos, manotazos, golpes, puñetazos, y a gritos. Pero aun así, no llene ese vacío cuando me veía en el espejo. Rechacé vivir una vida de cliché. Voy remando contra la corriente, contra la corriente voy y aunque mis brazos se cansen; seguiré. Yo sé que es cansado, por eso muchos deciden llevarse con la corriente. Pero aunque yo tenga que poner mi bote en automático, y simplemente que no me importe chocar con los demás. Yo seguiré.
Y tal vez no me llene esa acción, pero es lo más cercano a ello. Es lo más cercano a sentir que no me estoy alejando tanto de mis metas. Y si, es reconfortante saber que no sigo a los cerdos sin cerebro, que no sigo sus idolatrías a lo banal y estúpido.
Si tuviera una mente más joven, borraría el cielo. Borraría las arrugas que se le han hecho, por tantas preocupaciones. Alimentaría las nubes de un néctar de vida y pureza. Me sentiría reconfortad al ver cielo, vería pureza. Podría sentir un poco de resguardo en ellas, y tal vez volar hacia ellas. Alejarme de todo el bullicio. Sofocarme en mis propios pensamientos y aspiraciones. Crecer en los largos brazos del sol, liberarme de las garras del mar. Muchos han sido los años, por si no lo sabía, que yo he vivido en el mar. En el mar lleno de angustias y cuerpos flotantes. El sabor de la sangre en sus aguas… es repugnante. Es la sangre de todas esas personas que intentaron remar y remar, pero nunca lograron llegar. Remaron hasta el punto de desangrarse y hundirse, junto con todos esos animales porcinos. Quiero dejar de oler y vivir en esa esencia de sangre. Quiero respirar magnitud y poder. Es un pensamiento un tanto ambicioso, lo sé. Pero si no soñamos, ¿Qué nos queda?
Tal vez me he desviado mucho, o nada. Probablemente no esté hablando de nada. De absolutamente nada, ese es el problema. Estoy hablando de pensamientos, y uno que otro sentimiento. Pero no estoy hablando de acciones en sí…
¿Qué tanto te gustaría convertir todo esto en acciones?

lunes, 10 de agosto de 2009

Belleza Popular


Hoy fue un día tierno de agosto, las melodiosas voces de las personas navegaban alrededor de mi aura. Su aliento ahuyentaba el polvo de las esquinas de mi cuerpo. Sus chácharas me tranquilizaban del barullo que revoloteaba en mi cabeza. Sus sonrisas bañaban mi cuerpo de vida y cordura. Absorbía el olor de su perfumado vergel interior. Su adoración por lo monótono calmaba mi hambre por lo bizarro. Su sincronización para esquivar mis comentarios ásperos era alucinante. Una viejecita me enternecía, por el esmero como vendía sus pastelillos de avena. La chiquilla del vestido púrpura me miraba con los ojos como platos, abiertos y expectantes; estudiando meticulosamente mi pasado. Nada se le escapaba a esa dulce chiquilla. El olor a café de la olla recién hecho inundaba el lugar. Se aspiraba la aceptación y la paciencia, de cada integrante del manojo de personas que iba y venía. El cabello de los niños que corrían me hacía caricias inocentes en mis piernas paliduchas. Las mujeres cuarentonas compartían su inmensa sabiduría, hablaban y hablan por horas, sobre los grandes acontecimientos de la colonia. Las plantas, se abrumaban con la presencia de todas las personas de ahí, se asfixian por sus aires de grandeza. Las miraban desde abajo, con miedo e idolatría. Ellas mejor no decían nada. Reinas y reyes caminaban, vendían, compraban, amaban por el mismo piso que yo había caminado. Mientras que yo me atragantaba atentamente del olor a fritangas, caramelos caseros, carne asándose en su jugo, la grasa escurriéndose por las sienes de los trabajadores, las margaritas expidiendo olor a vergüenza, los caireles olor a frutas de los infantes, todo era sutil.
Me quedé idiotizada, atrapada por el encanto de mi gente. Mi cigarrillo se había terminado entre mis dedos, y aunque me quemara los dedos por lo cerca que se estaba consumiendo de mi mano; yo no quería reaccionar. Enjaulada en la burbuja que habían creado todos, yo admiraba el cielo que circundaba a estas bellas criaturas. El colorido de los puestos de comida y ropa usada era hipnótico. Se respiraba un aire de…
--Disculpe, ¿La puedo ayudar en algo?- -Me dijo una mujer con unos gigantes ojos hermosos, brillantes y mestizos.
--No, gracias. Ya han ayudado suficiente-- Dije satisfecha.

sábado, 8 de agosto de 2009

El dolor inconsciente de tu presencia.


En nuevos momentos saboreare esa victoria, esa satisfacción de permanecer sublime. El dulce sonido de mi corazón martillar mis costillas me asfixia. Me retiene de cualquier movimiento en falso. Dudo cualquier palabra, acción o sentimiento, porque simplemente me abrumas. Me asqueas del sentimiento que siembras en mí. Me sorprendes, porque simplemente no te conozco; cualquier movimiento es en falso. Aunque dude de estos sentimientos naciendo y brotando como margaritas dentro de mi corazón, probablemente sea lo más seguro. Lo más seguro seria besarte con ese acido olor a tabaco. Olor a experiencia y engaño, tus suaves palabras me transportan a una realidad alterna. Y simplemente me exaspero de este sentimiento. No entiendo porque siento tan rápido esto. Porque no te conozco y me duele que no lo notes. No se cómo te apellidas, como besas, no he escuchado un buen argumento tuyo sobre la política, no he caminado sobre tus aguas de sabiduría, nunca pise tu área restringida, porque ahora que te haces a un lado para tu nuevo futuro; empiezo a sentir todo esto por ti.
Es bueno estar de vuelta, de vuelta esas viejas andadas. Esos caminos que ya he caminado por muchos segundos de mi vida. Ese sentimiento de cosquilleo, el cosquilleo que se siente en el estomago y sube hasta tu traque y las mariposas vuelvan para inundar todo el área. ¿Y por qué lo siento? Porque no soy utópica, no soy tan realista ni tan hombre. Soy una soñadora, una locomotora, una maquinaria que no sirve, un manojo de sentimientos reprimidos por el martilleo de tu presencia. Y aunque este modus operandi no me haga lograr mi cometido inconsciente, Carolina dice que debo seguir adelante. Porque no lo notas. Porque no te echas un ojo por la espalda. Porque no te percatas de esto. Porque no te quedas. Porque no te desvives. Porque no te arriesgas y abrumas. Porque no se puede. Porque amas y otorgas. Porque no me escuchas.
Ese largo cuento de amargura, ya me lo sé de memoria. Y aunque no lo creas, se todas tus historias. Puesto que, las he vivido. Y aunque me duela la cabeza, me cueste gran esfuerzo teclear, me abrume esta comezón en mi pierna, esta ansiedad por un cigarro, la pesadez de mis sentimientos, el dolor de mis pensamientos, la cancelación de mis intentadas acciones, me encante el olor de tus labios, me resguarde el calor de tus manos y sonido de tus palabras. No expresare sentimiento alguno.
Aunque Ivan vocifere, patalee, me adame, me dome y me bese. No lo hare. Nunca te mostrare este pesado sentimiento en mi pecho.
Porque…
Es inútil.
Es estúpido.
Es incoherente.
Es irracional.
Es incongruente.
Soy yo. No lo puedo negar, pero lo puedo evitar.

viernes, 7 de agosto de 2009

Santiago: El crujir de nuestros sueños añejados.


Un no tan frio día del dos mil nueve, me senté en otra banca. Cabizbaja, argumentando con mi coherencia; si era correcto o no pensar en todo aquello. En el montonal de historias que cubrían ese pequeño parque, rebusque un manojo de hojas secas. Hojas secas que hacían formas nebulosas en el piso. El canturreo de las aves y cuervos en la copa de los arboles me estremecían, me obligaban a recordar cuando me picotearon la cara y tu no pudiste más que reírte a carcajadas. Y a carcajadas termine yo también, riéndome y tirándome al piso por la ironía de la sutil elección de esos pajarracos. Indiferentes, incoherentes y simplones. Siempre fuimos así, así de inmaduros. Jugueteábamos con la incongruencia de nuestros actos, tu siempre tan perspicaz, astuto y tajante. Yo siempre fui muy niña y te encantaba jugar con eso. Te aprovechabas que me encantaba como terminabas oliendo a cigarrillos baratos, después de fundir nuestros cuerpos. Peinabas mi rebelde flequillo porque simplemente te gustaba hacerlo. Nunca fui de ideas concretas, siempre alternaba ideas predeterminadas en mi cerebro; para luego intentar implantártelas a como diera lugar. Pero me dabas tan fuerte la contraria, que no tenía sentido alguno seguir luchando contra la corriente. Y te burlabas que cediera tan rápido con tus varoniles ademanes y tu acento de francés corriente. Nos burlábamos de las diferentes manías de la gente, de sus fetiches y costumbres alejadas. Esas extrañas costumbres que también nosotros seguíamos. Cuando por ejemplo, vertíamos los dos últimos tragos de nuestras tazas de café porque te decía que sabía a jarabe para la tos. Y aunque fuera un simple invento mío para tener una rutina diferente, te la tragabas enterita.
Recuerdo vagamente cuando me leías antes de dormir, esa novela barata de suspenso que te habían regalado en un intercambio. Claro que recordare toda mi vida, cuando te quería leer mis novelas cursis pero te negabas rotundamente, porque me alegabas que era para leérselas a las chicas. Pero por eso siempre recordaba tirarte de lo más alto de la colina, y me tirabas junto contigo y rodábamos colina abajo riéndonos, comiéndonos a risotadas. Y con la cara oliendo a cigarrillo te me acercabas para besarme sin aviso previo. Tomabas mi cuello, hundías tus dedos por mi pelo y acariciabas mis sienes. Impedías que salieran más palabras, un mismo aliento iba y venía por nuestras bocas. Nuestros labios se superponían uno sobre otro y viceversa. Escuchaba las risitas de las hojas por las cosquillas que les hacia el viento. Al mismo tiempo sentía un tibio tejido blando que acariciaba mis labios, y apenas si tocaba mis dientes. Mordisqueabas mi labio superior mientras sentía como la piel se me erizaba. Aunque siempre el morbo de la gente nos separaba sin aviso alguno.
Caminábamos y caminábamos, dando vueltas, girando por un mismo circulo. Nunca encontrábamos que hacer, bajo el manto frio que hacia caricias violentas a nuestros rostros. Y siempre tapabas con cinta adhesiva los hoyuelos que tenían mis zapatillas. Ya que yo he tenido la maña de toda la vida, de brincar sobre charquitos de agua estancada. Aunque al final del día los fluidos de mi nariz se escurrieran, siempre después los limpiabas con lo que sobraba de tu manga izquierda.
Me prendías un cigarrillo de los que siempre me han gustado, y aun con el olor a tabaco entre los dedos; me besabas la palma de la mano. El gorgoteo del café hirviendo siempre nos despertaba de nuestras concurridas fantasías de viajar por todo el mundo. De conocer Berlín en un abrir y cerrar de ojos, para despertarnos en Paris y desdibujar con mis manos tu cuerpo en Viena. Me emocionaba hacer planes ficticios sobre nuestro futuro, el pensar en viajar y charlar horas en un riachuelo alejado de la civilización. Me alteraba el sistema nervioso pensar que podíamos crear universos paralelos para el otro, un universo de charlas amenas, frutos de la paciencia, olor a ron añejo, las manchas de vino tinto y cafeína que le daban ese toque especial a tus pantalones caqui. Mi vestido floreado que te encantaba vérmelo poner. Mis uñas con esmalte rojo, mal pintadas. Porque tu insistías en que podías pintarlas aunque estuvieras bajo la influencia del alcohol más económico de la colonia. Tu enmarañado cabello que bailoteaba con el viento que soplaba en los rascacielos de nuestra ciudad. El olor a mar que se quedaba en tus camisas de botones, después de haber hecho un sabroso picnic en la playa. Mi gato que jugueteaba con los cordones tus botas de charol. El dulce sabor del té de manzanilla que preparabas cuando se me agolpaba la culpa en la nariz. El ronroneo que emitías cuando me ponía esa falda negra. El olor a gas cuando no sabias prender la estufa. Mis constantes chistes malos sobre el feminismo. Tus contraataques con chistes de humor negro. El suave sillón en el que dormitábamos por las tardes. El golpe sordo de la realidad. Las bancas mojadas en el invierno. El crujido de las hojas en otoño. Nuestro amargo adiós en verano. Y una chirriante nueva banca para mi vida. Pero todavía me miras a través de las hojas de nuestro parquecito.

domingo, 26 de julio de 2009

'Sometimes


Sometimes i feel a little guilt. A guilt that's climbing and scratching my esophagus. This guilt that's been building up a whole new idea of living, in my head. And yet i still don't feel that insecurity. This feeling that has been radiating my shoulders, 'cause it's just too much in my head. A guilt that make me feel as a child again, hiding under the tables, running through the alleys, yelling and screaming. This guilt that makes my tiny little childish head explode, into a million and a thousand pieces.
Shiny little pieces of me, of my soul, of thoughts; just flying through the atmosphere.
And yet I don't belong.

Sometimes i feel the rottenness.l feel Eunice making her way out of me. Eunice, the weak one; the light in me. I can sense my decomposing being just drifting through a non-refundable life. This feeling, a feeling of knowing that you're no better than anyone. That with a word vomit you can destroy an entire life, your entire life. A simple show off, a simple flash of you being, could make everything worse.
Do you know how that is?
The need of wanting your soul in the nude, bare naked, just as it is. But knowing that you could end up a life, by showing it. It is hard. It's asphyxiating. It's horrible.



I don't want to grow up. I don't want to destroy. I don't want to fulfill others by making myself apart. I don't want to give in. I don't want to hurt anyone. I don't want to explode.

But i already grew. But I am destroying, with a simple touch. But i already fulfilled others, and i left myself apart; rock bottom. I gave up. I'd hurt everyone. I am exploding.


I'm still radiating.

viernes, 17 de julio de 2009

Bed time stories


Aunque la incertidumbre me haga derrumbarme, lograre mi cometido. El simple contacto insulso con esa dulce piel húmeda, enciende esa chispa en mi interior.
La flacidez del alma se va con el viento, pero lo que hagamos se quedara grabado.
Las figuras que formaron nuestros dedos se unirá con lo que alguna vez soñamos.
El carraspeo de las hojas me atemoriza, a pesar de que el fogoso palpitar de nuestros corazones interrumpa el remordimiento.
Quiero mas.
Quiero sentir.
Pero ya no puedo mas.
Ya no mas.
Ya no me escabulliré por la ventana.

Aunque nuestras figuras se fundan y recreen el universo, todo sera en vano.

El chasquido de tus labios en invierno.


Mi nombre es Eunice, eunuco, euforia, eugenesia, euroasiática, Eureka. Entro y salgo por los quienes y cuantos de las oraciones.

La multitud susurra mi nombre, para aspirar esa susodicha vehemencia en la cual me ahogo. El arte de adamar a las masas me resulta insustancial; porque son realmente susceptibles a los enredos. Porque ellos son amaestrados para ser muertos en vida, sin opinión ni decisión; cerdos sin cerebro.

El golpeteo de las gotas sobre mi cabeza

Puedo escuchar el chirrido del gas escapándose, el prúsico liquido chorreando por mis oídos y abriéndose camino en el descomunal cuento de esta ciudad. El aroma sublime de los fugitivos mechones que envolvían tu rostro, me indujo a este sueño artificial. Ya no recuerdo el momento en que me adentre a este barato intento de fantasía; a este burdo concepto de realidad y torcida utopía.

viernes, 19 de junio de 2009

Sublime

Con éste pueril intento de resucitación, acaricie el monte ya antes visitado; pero nunca con el motivo adecuado. Entre mis dedos se deslizó la castidad.
Toque las cuerdas adecuadas, emanabas e irradiabas vicio completamente recompensado.
El vapor era tóxico y agridulce. Mis manos temblaban y expedian un olor bastante añejado; mismas manos que desdibujaron tu silueta bañada en vino.
Cincuena y ocho, noventa y tres, quince mil lunares no importa en realidad; el punto y coma de cada oración. El ritmo de los pasos, el palpitar, el aroma de su cabello húmedo. Sublime.
Sublime.
Sublime.
Sublime.

Cada acto, cada escena, cada minuto, cada segundo; simplemente sublime.

martes, 9 de junio de 2009

I just imagined it all up.





i really did.
I thought it was for real.